Hija de Enrique VIII y de Catalina de Aragón, María Tudor nació en 1516 y subió al trono de Inglaterra en 1553. En 1554 casó con Felipe II y murió en 1558. Sentada sobre un rico sillón de terciopelo bordado, la Reina aparece vestida con traje gris rameado y sobretodo de terciopelo morado, rica indumentaria propia de su elevada condición, igual que las joyas que luce en el vestido, tocado, puños y cinturón. Del cuello cuelga un pinjante con una perla de lágrima. En la mano derecha sostiene una rosa encarnada propia de la familia Tudor y en la izquierda una pareja de guantes, símbolo asimismo de distinción.
El retrato reúne la minuciosidad descriptiva característica de la pintura flamenca y el majestuoso distanciamiento propio de la dignidad de la retratada, que Moro supo captar magistralmente y que servirá de modelo a futuros retratos cortesanos.
Antes de casarse con Felipe II, María Tudor había estado prometida con Carlos V, quien tuvo este retrato durante su retiro en el Monasterio de Yuste. En 1600 ya se menciona en el Alcázar de Madrid.
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