La mujer del pintor aparece con un vestido lujoso y con un tocado complicado, donde se aprecia un pequeño ramo de flores, parecido a los floreros que realizó el pintor unos años antes (P1042 y P1043). Está sentada en una silla, de medio perfil y sosteniendo una caja de música. La retratada evoca una atmósfera melancólica. Esta sensación de distanciamiento está reforzada por su situación tras el marco de una ventana en donde puede apreciarse un zarcillo de rosas, símbolo de amor, y una inscripción griega, que encuadra a la figura a la manera de trampantojo. Paret desarrolla magistralmente un abanico de facturas diferentes para distinguir entre la suavidad del cabello, caracterizado por pinceladas finísimas, y la rigidez del raso blanco, que refleja la luz a través de toques expresivos.