En diferentes ocasiones Fortuny pintó flores al aire libre, con objeto de estudiar sus efectos cromáticos y lumínicos. Sobre un fondo abocetado, el pintor destaca, con gran precisión, las malvas reales de distintos tonos, con una gran plasticidad y volumetría. Cada uno de los tallos, muy verticales, ocupan la superficie total de la composición, que aparece colmada, sin referencia espacial ninguna. La inmediatez en la ejecución y la ausencia de un canon compositivo determinado confieren a la obra una gran modernidad. Las diferencias de acabado entre unas zonas y otras de la obra, conducen la mirada del observador hacia aquellos puntos que focalizaron en mayor medida la atención del artista durante la ejecución del estudio. Ésto, a pesar de la ejecución al aire libre, le distancia del Impresionismo, en apogeo en ese momento, al preservar el volumen de los objetos representados y por la ausencia de un tratamiento uniforme en la pincelada.
Es posible que la obra fuese pintada en Granada, en el jardín de la casa que Fortuny alquiló en el Realejo Bajo hacia 1872 y que pudiese ser un estudio para el cuadro El jardín de los Arcades, aunque también aparecen este tipo de flores en la obra Jardín de la casa de Fortuny en Granada (P02613).