Dos jóvenes sobre zancos, que les dan una gran altura, se dirigen hacia una ventana a la que se asoma una joven, acompañados de otros dos a pie, que tocan la dulzaina. Grupos de hombres embozados en sus capas y con los sombreros de ala ancha que les cubrían el rostro por completo, así como niños y mujeres, contemplan la escena festiva.
Como en muchas otras obras de este momento, a un sencillo y cotidiano argumento, se contrapone un tema más profundo. Aquí, el juego de los equilibristas por mantenerse en pie y el galanteo con la dama de la ventana es el motivo para denunciar las dificultades para sobrevivir ante las difíciles condiciones sociales del momento.
Es uno de los cartones pintados para los tapices del despacho de Carlos IV en El Escorial.
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