De gran sencillez compositiva, la obra muestra la serenidad y el reposo característicos de muchas obras de devoción de Alonso Cano. El pintor demuestra aquí su habilidad para asimilar las más variadas influencias. La composición está basada en una conocida estampa de Durero, el colorido tiende a ciertos aspectos de la obra de Tiziano, mientras que la Virgen está muy cerca de modelos de Rafael.
La belleza y delicadeza que imprime a la escena, así como el lirismo de su ubicación en un paisaje, son muy característicos de su producción, e hicieron de Cano uno de los artistas más apreciados en este género.
La obra fue adquirida por Carlos IV y documentada en 1814 en el Palacio Real de Madrid.
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