De carácter resuelto y enérgico, la madre Jerónima nace en Toledo en un medio familiar acomodado e ingresa a los quince años en las Clarisas locales. Su fama acaba llegando a la corte, donde es consultada por la reina Margarita de Austria. Tras este retrato, realizado cuando tenía 65 años para el Convento de Santa Isabel de los Reyes en Toledo, se embarca en Sevilla hacia Manila. En dicha ciudad funda el primer convento de religiosas y muere en 1630.
Dentro de los cánones del naturalismo de Caravaggio, el retrato impresiona por la presencia física y espiritual del personaje que tenía especial devoción por la Crucifixión. La inscripción inferior se realiza con posterioridad y la filacteria fue velada al considerarse apócrifa.
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