De las tres obras del Prado en las que imita a Rafael, ésta es sin duda la más desconocida. En ella se observan las características que distinguen esta faceta de su producción: la técnica apurada, la firma rafaelesca en la piedra situada a la derecha de la composición, la tabla de chopo que sirve de soporte (como es habitual en Rafael), los tipos físicos clasicistas, más próximos a Maratta (1625-1713) que al propio maestro imitado o el paisaje, también con numerosos rasgos anacrónicos. Desgraciadamente su estado de conservación es discreto, como consecuencia de limpiezas poco afortunadas.
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