La obra ilustra la Presentación de Jesús en el templo y la Purificación de María, una antigua práctica del pueblo judío que fue recogida en el Evangelio de San Lucas y conmemorada en la fiesta de la Candelaria.
El anciano Simeón sostiene al Niño sobre el altar, ante la Virgen y San José y en presencia de un grupo de doncellas que portan un par de tórtolas o pichones que debían sacrificarse en la consagración del primogénito.
Morales se valió de una estampa de Durero para realizar esta composición, en la que consiguió plasmar una armoniosa y elegante procesión, en un espacio elemental y reducido.
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