Pinazo, que captó la esencia de la niñez en numerosas ocasiones, se muestra en esta ocasión más ambicioso. A través de la inquisitiva y profunda mirada de su hijo, logra captar la inteligencia e inquietud de un niño casi adolescente pero que aún no ha abandonado la inocencia infantil.
Fue adquirido para el Museo de Arte Moderno en 1957 junto a otras obras del artista.