Composición de extraordinaria calidad, calificada como uno de los grandes logros de la etapa española del artista, que representa la alegoría del juramento de fidelidad de España a la Religión y a la Iglesia Católica.
El escudo Real preside la escena en la parte superior de la composición. En el centro, la Religión, velada y sosteniendo una cruz, y la Iglesia Católica, representada como una gran matrona, se disponen a los lados de una mesa mientras España, vestida como una heroína clásica, dirige sus gestos hacia ellas.
El resto de los personajes representan diferentes conceptos abstractos y alegorías sobre los territorios conquistados de difícil interpretación, que posiblemente fueron ideados por un teólogo que aconsejó al propio Giaquinto.