La Virgen María aparece sobre un lecho rodeada por once Apóstoles y con la representación al fondo del Borgo di San Giorgio y la laguna de Mantua, que pueden verse a través de la ventana.
Esta escena muestra el último momento terrenal de la Virgen María quien, según los Evangelios Apócrifos fue elevada por Cristo al Reino de los Cielos en cuerpo y alma tras su muerte terrenal, momento también conocido como la “Dormición de la Virgen”.
La composición de esta pintura está dominada por la búsqueda de la perspectiva, conseguida especialmente gracias a la geometría del dibujo del pavimento, al juego de escala de tamaños de las figuras y a la ventana del fondo que actúa como “punto de fuga”. También es digno de destacar la fuerte individualización de las fisonomías de los personajes, así como la maestría en la ejecución del paisaje, siendo una de las primeras representaciones topográficas reconocibles de la pintura italiana.
La escena deriva de un mosaico de San Marcos de Venecia diseñado por Andrea del Castagno y la arquitectura abovedada de dibujos de Jacopo Bellini, suegro del pintor. Éste, entró al servicio de la familia Gonzaga de Mantua en 1549 y para ellos pintó esta obra, a la que le falta el tercio superior, un fragmento del cual, Cristo recibiendo a la Virgen, se conserva en la Pinacoteca Nazionale de Ferrara.
Esta obra fue adquirida para Felipe IV (1605-1665) en la almoneda del rey Carlos I de Inglaterra, e ingresó en el Museo del Prado en 1829.
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