Premiado con una segunda medalla en la Exposición Nacional de 1866, el lienzo narra la escena en que doña Juana espera la resurrección de su esposo, al cual había ordenado sacar del sepulcro y colocar en su habitación.
Vallés alcanzó justo reconocimiento gracias a esta obra, en la que la sobria composición queda marcada por la figura de la reina que capta la atención de los espectadores de dentro y fuera del cuadro.
El pintor elimina cualquier objeto superfluo, incorporando como único componente escénico las flores sobre el suelo en primer término que ayudan a dar una sensación de profundo romanticismo a la escena. La luz es el principal elemento con que el artista construye las figuras, logrando un ambiente denso y misterioso. El sobrio realismo con que aborda la narración y el colorido austero enlazan con la tradición pictórica española.
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