Representación de una escena cotidiana en la vida del rey Carlos III (1716-1788), que muestra al Monarca comiendo ante su corte. Pero, aunque el tema del cuadro parezca un documento pictórico, la escenografía es inventada, aún cuando semeje una estancia fantaseada del Palacio Real de Madrid.
El momento elegido, a riesgo de resultar poco interesante, se enmarca dentro de los rituales diarios del Rey, cuya asistencia era un privilegio que pocos podían alcanzar.
Con la suntuosa decoración de las paredes, Paret consigue crear un ambiente de gran monumentalidad que contrasta con las figuras de los personajes, pequeños y alargados entre los que el Rey apenas destaca detrás de la mesa.
El vibrante colorido y los brillos vidriosos sitúan al artista como el mejor representante del último Barroco español, muy cercano al Rococó francés.
Esta obra fue adquirida en junio de 1933, con fondos del Legado del conde de Cartagena.
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