A excepción de algunas reparaciones menores, se ha conservado íntegramente este busto de mármol, que retrata a una dama con impresionante peinado rizado. A finales del siglo I, hacia los años en que fue creado el retrato del Museo del Prado, esta modalidad originalmente republicana de representación de la nobleza experimenta un renacimineto en los monumentos fúnebres. El rostro delgado de esta mujer ya entrada en años que tiene los labios arqueados hacia abajo como en un gesto de mal humor, se alza sobre un cuello alto y delgado hecho al modo de los mejores retratos contemporaneos, un cuello que al parecer constituía un patrón de belleza en aquella época. El retrato está coronado por un postizo rizado, por ocho series de rizos circulares. En contraste con esta parte del peinado, la parte posterior de la cabeza presenta unas trenzas de estructura apretada que se cruzan en la nuca y que forman un "nido". Dos bucles caen sobre la nuca a manera de un lazo simétrico. El peinado, con su postizo rizado que se erige como una fachada y que sobresale considerablemente de la cabeza, recuerda sobre todo un peinado de Julia, la hija del emperador Tito. Al parecer, este peinado gozó de gran popularidad durante algún tiempo, incluso en las provincias.