Unos aldeanos charlan mientras se dedican a las actividades propias de su condición campesina.
La obra es fruto de la producción de escenas rurales que ilustran la vida cotidiana del campo en Flandes a la que se dedicó Teniers, especialmente en la década de los años cuarenta, cuando va abandonando paulatinamente las escenas de interior que también le hicieron famoso.
La presencia de un bloque en primer plano, en este caso la casa, y de una perspectiva de paisaje hacia el fondo al otro lado de la pintura, son habituales en este tipo de cuadros.
La cálida luz del atardecer con que ilumina el fondo es singular y no se da en otras de sus obras, mientras que para los campesinos repite modelos utilizados en muchas de sus pinturas. Es muy significativo el personaje sentado que pela mejillones, alimento tradicional en los Países Bajos.
La obra se cita por primera vez en 1700 en el Alcázar de Madrid.
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