Los reyes aparecen solos, en el marco de un suntuoso salón palaciego, repitiendo con aparente exactitud el grupo central del gran lienzo que muestra al primer Borbón rodeado de su familia, obra también de Louis Michel van Loo, perteneciente al Museo del Prado (P00223). La presente obra supone un estudio previo para el enorme cuadro dinástico mencionado y despliega un espíritu más concreto y adecuado con la edad de los soberanos, que aparecen tratados de manera directa y poco halagadora. Tal circunstancia se aprecia mejor en el rey, cuyo rostro muestra claramente agotamiento y senectud, por contraste con su imagen definitiva y popularizada, sensible y positivamente cambiada, en el gran retrato colectivo. Cabe pensar que Van Loo, consumado artista cortesano pintó primero al monarca en su verdadero aspecto y, posteriormente, transformó sus facciones con objeto de hacerle figurar dignamente de manera acorde con el resto de la regia parentela. Por el contrario, la actitud altiva y dominante de la reina posee el aplomo y exuberancia formal habituales en ella. En ambos, la indumentaria resulta magnífica y, tanto las joyas como las insignias, lucen con el acierto y la simbología requeridos para este tipo de imágenes oficiales, en las que la prosopopeya es preceptiva para enaltecer a los protagonistas a fin de procurarles una ambientación efectista e imponente, que transmita un mensaje de poder y majestad, bien armonizados.
]]>El retrato, póstumo, fue encargo de Feliciana Bayeu, hija del pintor, para exponerlo en la Academia de San Fernando con motivo de la muerte de su padre. Goya se basó en un Autorretrato de Bayeu (Madrid, Academia de San Fernando), al que hizo modificaciones fundamentales, alcanzando magistralmente la nobleza y dignidad exigidas en su tiempo para la profesión de pintor. PROCEDENCIA: Madrid 1796, Feliciana Bayeu â? 1808. Por herencia a su marido, Pedro Ibáñez; por herencia a Felipa Ibáñez Bayeu, su hija; por herencia a su hijo, Andrés Mollinedo. Adquirido a este último por el Museo de la Trinidad en 1866. En 1872 se incorporó a las colecciones del Museo del Prado.
]]>Desde el punto de vista técnico, la pintura es una suma de virtuosas habilidades a fin de lograr una elevada riqueza de pormenores y una compensación de volúmenes; además el uso de un claroscuro adecuado, que resalta las diferentes partes del cuadro, contribuye a crear la sensación de verosimilitud.
Destacan en esta obra la gracia y la ligereza de la peculiar estructura, distinta de las realizaciones de la década precedente; el juego de líneas contrapuestas y la facilidad de su disposición sugieren un dinamismo infrecuente en la producción de Meléndez, tanto que estos recursos semejan pertenecer a una motivación estética distinta, algo más alegre y desenfadada.
]]>