1
3
3
Igualmente significativos son los animales y los cuadros de la estancia: La Anunciación -en la tapa del clavicordio- y La visita de Minerva al Parnaso son exponentes del oído; El sacamuelas, del tacto, y El castigo del rico Epulón y Las bodas de Caná, del gusto.
Gerard Seghers y Frans Francken “el Joven” son los pintores que colaboraron con Brueghel “de Velours” en la realización de esta obra.]]>
2014-04-08T01:00:40+02:00
Sánchez Cantón al darlo a conocer lo tituló Un bebedor y lo catalogó como obra del pintor valenciano Esteban March (¿1610-1668?), sin duda alguna por leer en el reverso de la tela este nombre en una inscripción que más tarde sería comentada por Mª Elena Gómez Moreno. Sánchez Cantón pasó a relacionar la pintura con los dos cuadros de similar asunto del Museo del Prado relacionados con March, si bien en la obra toledana la técnica es menos áspera y brutal que la de otros lienzos de March (Sánchez Cantón, F.J. 1921:16). El turbante exótico que lleva la figura fue interpretado por Sánchez Cantón como una banda con borla, anudada a la manera del pañuelo, según la vieja usanza de aragoneses y valencianos. Los dos cuadros del Prado que Sánchez Cantón relacionaba con March son un Viejo bebedor (nº inv.878) y un San Onofre (nº inv.882) (Museo del Prado. Inventario General de Pinturas, vol. I, La Colección Real, Madrid, 1990). En el último inventario del Prado estas viejas atribuciones a March se recogen con interrogación. De cualquier manera, las obras del Prado perenecen a un pintor partidario del lenguaje naturalista e iluminación de claroscuro, con pincelada mucho más prieta, más cercano a los viejos de Ribera, y por lo tanto muy lejanos de la factura mucho más libre y el colorido más suntuoso de nuestro cruadro. Gaya Nuño se refirió a él como áspero cuadro de Esteban March. Pérez Sánchez fue el primer autor en replantearse la autoría del cuadro, rechazando la factura de March pero el cuadro no tiene nada que ver con lo valenciano, creyéndolo obra italiana, concretamente genovesa muy cerca de las obras características de Asseretto o los Ferrari. Al parecer, este autor (quizás tras estudiar la obra in situ) habría cambiado de opinión sobre la escuela italiana a la que adjudicar nuestra pintura. En el Archivo del Museo, en la ficha de la obra, en letra manuscrita de Mª Elena Gómez Moreno se recoge que Pérez Sánchez lo cree más bien obra napolitana de mediados de siglo. Esta autora señalaba que la relación del cuadro con el pintor valenciano se debería a que el reverso de la obra sobre un formato antiguo, está escrito con tinta E.bn March (inscripción que todavía se puede leer) y que pudiera ser copia de una inscripción antigua que hubiera tenido el lienzo. Esta autora se adhirió a la tesis de autoría genovesa expuesta por Pérez Sánchez.
(...) por esa entonación tan anaranjada de toda la obra, por la factura pictórica y por el modelo del personaje proponemos, por el momento, como posible autor al genovés Giovanni Andrea de Ferrari.
Lo que sí creemos es que la pintura hay que cambiarle el título, y que en realidad bajo la figura de este bebedor se esconde una alegoría de uno de los cinco sentidos, como resulta obvio, el del Gusto. Lo que lleva a pensar que, quizás, la obra habría formado parte de una serie de cinco pinturas representando a los cinco sentidos: Gusto, Tacto, Olfato, Vista y el Oido. Como se sabe, había sido el pintor español afincado en Nápoles José de Ribera (1591-1652) quien a principios del siglo XVII había innovado por completo la manera de representar el tema de los Cinco Sentidos (véase: cat. Expo Los cinco sentidos en el arte, Museo del Prado). Hasta entonces, y muy influenciados por la pintura flamenca de tradición manierista, Europa había pintado este tema recurriendo a complejas composiciones alegóricas (recordemos los cuadros de Brueghel de Velours en el Prado). Ribera fue el primero en traducir este tema de los cinco sentidos al nuevo lenguaje del naturalismo caravagiesco, protagonizando ahora el tema esas figuras de viejos andrajosos, de tan fuerte realismo, y que muestran diversas actitudes aludiendo a cada sentido. Así, El Gusto lo representa Ribera como un hombre con copa de vino en una mano y botella en la otra, a su lado tiene un plato de comida (North Simon Foundation, Pasadena, California). (Redondo Cuesta, José, 2007, pp. 225-227)]]>
2014-04-07T17:51:22+02:00
La serie de Los Sentidos (P01394-P01398) es uno de los mayores logros estéticos de la colaboración artística entre Rubens, que realizó las figuras alegóricas de cada uno de los sentidos, y Jan Brueghel, que representó los exuberantes escenarios cortesanos. Artes plásticas, música, caza, naturaleza y armas, aparecen exhibidos en escenas que transmiten la riqueza y sofisticación de la corte de los archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia, retratados en la escena de La Vista, y cuyos palacios se aprecian en la lejanía. En El Olfato (P01396), vemos referencias al coleccionismo de flores y plantas, que era parte de la cultura cortesana de la época, y también a otros objetos perfumados muy del gusto de la nobleza, como los guantes de ámbar. En El Tacto (P01398) las armaduras reflejan el interés por el coleccionismo de armaduras en los inicios del siglo XVII, mientras que en La Vista (P01394) el protagonismo es para el coleccionismo de pintura y otros objetos. El edificio que se ve al fondo de este cuadro es el Castillo de Coudenberg, sede principal de la corte de los Archiduques. La opulencia del bodegón que se ve en el primer plano de El Gusto (P01397), y la frondosidad del paisaje exterior, aluden a la abundancia de los Países Bajos.La serie pasó por las manos de varios nobles y aficionados al arte de la pintura antes de ser entregada a Felipe IV. En 1636 colgaba ya de las paredes del Alcázar de Madrid.]]>
2014-04-07T16:56:23+02:00