Una dama desconocida posa contra el fondo de una colgadura de brocado, sedente, con las manos sobre el regazo, vestida por entero de negro, salvo los dos golpes de luz blanca que suponen el cuello y los puños de la camisa. Este recurso contribuye a focalizar la atención sobre el rostro y las manos de la modelo, de rubicunda ascendencia nórdica. El verismo con que están tratadas las manos es fruto de la madurez estilística de Casado, alcanzada durante su estancia en Francia. En ella se registra el peso que el realismo del Segundo Imperio francés ejerció sobre el pintor. Sin embargo, el tratamiento del rostro, de dibujo firme pero modelado con suavidad, y puede que algo idealizado, delata cierto poso purista que el artista no desecharía hasta años después.Se trata del primer retrato  conocido del pintor, y destaca por una sobriedad conceptual, que sin embargo no encontró continuidad en su producción posterior de retratos femeninos, más decorativos y cercanos al fortunysmo. Realizado en París, mientras preparaba su gran obra "La rendición de Bailén", la obra plantea una relación con el espectador distinta a la usual en España, al mirar de forma franca y directa al frente desde un punto de vista muy cercano, casi íntimo.Se ha querido identificar como el "Retrato de Mlle. Ch.", que Casado presentó a la Exposición Nacional de 1864.