Con gran agudeza, Camps Cazorla ya consideró este retrato como anónimo español del primer tercio del siglo XIX "en el estilo de José Aparicio"; al que se ajusta efectivamente el modelado de la figura, a base de sombras muy marcadas y un dibujo preciso, que remarca los rasgos concediéndoles cierta dureza, dentro de una paleta de color algo desabrida, característica de este artista alicantino. Sin embargo, la escasa obra segura conocida de Aparicio, paricularmente parca en el género retratístico, aconseja mantener con cierta reserva su autoría. De confirmarse ésta, sería seguramente uno de los retratos más interesantes salidos de su mano, tanto por la presencia del modelo, concentrada en su rostro vivaz y despierto, como por su pose, un punto arrogante, dentro ya de un prerromanticismo incipiente, y su propia calidad plástica, con una materia muy delgada, también habitual en los lienzos de Aparicio.